jueves, 14 de julio de 2011

DE ESO NO SE HABLA/NO MAS HIPOCRESIA

Fito Páez les pateó el tablero. Jajajaja. El domingo no hubo festejos callejeros. Todos fueron puertas adentro, como cuando en 1976 el golpe terminó con la democracia y hubo gente, mucha gente de la ciudad que brindó con champagne aquel golpe cívico-militar. Y créase o no, esos brindis se repitieron de madrugada con aquel voto no-positivo de un crápula con licencia para desempatar y por lo visto, para traicionar y consagrarse para la guía Guinnes de la peor forma. Y los fabricantes de champagne volvieron a su mar puntos cuando Néstor tuvo su primer infarto, e insistieron incluso convidando a los censistas con torta, el día de su último aliento. Ya lo habían hecho hace mucho cuando supieron que Evita tenía cáncer, cuando muríó, cuando bomdardearon la Plaza de Mayo y cayo Perón o cuando los "colorados" se alzaron contra los "azules" en tiempos de la caída de Frondizi y más tarde cuando nuevamente los unifirmados con la complicidad de civiles muy acomodados le dijeron basta a ese "viejito lento, tortuga" llamado Arturo Umberto Illia. Siempre es así, la cosa mezquina, rastrera de los que tienen mucho y los que aspiran a ser como ellos, y comprarse un piso en Libertador o en Puerto Madero. La ciudad está dividida en dos, no solo en forma geográfica sino de manera ideológica, y en este sentido la cosa es más peligrosa, porque no hay mapa que valga.
Los resultados eleccionarios del domingo 10 de julio son, convengamos, algo raros. Es realmente la mitad la que impulsío el triunfo de la campaña "amarilla", o es en verdad la tercera parte, que no es lo mismo.
A ver:
Macri no sacó el 47%
El padrón de la CABA es de 2.482.868
Macri sacó 830.016 votos (33%)
Filmus sacó 489 760 votos
680.579 no votaron (25%)
22 543 votaron en blanco
14 771 impugnaron
Quizás sea por eso que nos resulta tan difícil encontrar alguien que haya votado verdaderamente a Macri, que los hay, y muchos de ellos se esconden bajo el secreto del voto para no ser suceptible a burlas como "Asi que votaste por el que se tragó el bigote", por el que pasa vergüenza imitanto a Freddy Mercuty, o el que no hizo ninguna obra de infraestructura real en la ciudad en cuatro años de gestión.
Un grande Fito Páez que puede decir en voz alta lo que piensa, eso que molesta.
Páez rompió con la hipocresía. Es hora de que lo hagamos todos.
Dijo, anteayer, en Página/12
"Nunca Buenos Aires estuvo menos misteriosa que hoy. Nunca estuvo más lejos de ser esa ciudad deseada por todos. Hoy hecha un estropajo, convertida en una feria de globos que vende libros igual que hamburguesas, la mitad de sus habitantes vuelve a celebrar su fiesta de pequeñas conveniencias. A la mitad de los porteños le gusta tener el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa. A la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser. No porque no puedan. Es que no quieren ser. Y lo que esa mitad está siendo o en lo que se está transformando, cada vez con más vehemencia desde hace unas décadas, repugna. Hablo por la aplastante mayoría macrista que se impuso con el límpido voto republicano, que hoy probablemente se esconda bajo algún disfraz progresista, como lo hicieron los que “no votaron a Menem la segunda vez”, por la vergüenza que implica saberse mezquinos.
Aquí la mitad de los porteños prefiere seguir intentando resolver el mundo desde las mesas de los bares, los taxis, atontándose cada vez más con profetas del vacío disfrazados de entretenedores familiares televisivos porque “a la gente le gusta divertirse”, asistir a cualquier evento público a cambio de aparecer en una fotografía en revistas de ¿moda?, sentirse molesto ante cualquier idea ligada a los derechos humanos, casi como si se hablara de “lo que no se puede nombrar” o pasar el día tuiteando estupideces que no le interesan a nadie. Mirar para otro lado si es necesario y afecta los intereses morales y económicos del jefe de la tribu y siempre, siempre hacer caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres.
Da asco la mitad de Buenos Aires. Hace tiempo que lo vengo sintiendo. Es difícil de diagnosticarse algo tan pesado. Pero por el momento no cabe otra. Dícese así: “Repulsión por la mitad de una ciudad que supo ser maravillosa con gente maravillosa”, “efecto de decepción profunda ante la necedad general de una ciudad que supo ser modelo de casa y vanguardia en el mundo entero”, “acceso de risa histérica que aniquila el humor y conduce a la sicosis”, “efecto manicomio”. Siento que el cuerpo celeste de la ciudad se retuerce en arcadas al ver a toda esta jauría de ineptos e incapaces llevar por sus calles una corona de oro, que hoy les corresponde por el voto popular pero que no está hecha a su medida.
No quiero eufemismos.
Buenos Aires quiere un gobierno de derechas. Pero de derechas con paperas. Simplones escondiéndose detrás de la máscara siniestra de las fuerzas ocultas inmanentes de la Argentina, que no van a entregar tan fácilmente lo que siempre tuvieron: las riendas del dolor, la ignorancia y la hipocresía de este país. Gente con ideas para pocos. Gente egoísta. Gente sin swing. Eso es lo que la mitad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires quiere para sí misma."